Todo comienza en 1948, cuando D. Juan de Dios Piedra y su esposa Doña Antonia Aguilar compran, de forma compartida con el hermano de D. Juan de Dios, un pequeño olivar a las afueras de Andújar. Tras repartir ese olivar entre los hermanos, el matrimonio con sus propias manos y día tras día fueron construyendo una casa, una granja y una excelente tierra cargada de vida. Entre gallinas, cereales y olivos, levantaron un hogar y un legado.
Él, fuerte y trabajador, con las manos marcadas por el campo y una mente privilegiada para los negocios. Ella, paciente, extrovertida e inteligente. Juntos consiguieron formar un equipo lleno de virtudes y bien avenido, tanto era el amor que se procesaban el uno al otro como el que tenían hacía su trabajo.
Sus hijos —Ramón, Joaquín y María del Carmen— crecieron viendo ese esfuerzo diario y aprendieron que el valor de la tierra no se mide en hectáreas, sino en el amor que se pone en cada gesto diario. Así, la granja y el olivar se convirtieron en parte de la familia y en una herencia que va mucho más allá de lo material.
Hoy, son Juan de Dios y Ramón Piedra Moya, hijos de Ramón Piedra Aguilar, quienes caminan entre esos mismos olivos donde abunda la flora y fauna que ya existía hace 75 años.
Ramón, con formación técnica agraria, es quien se asegura de que cada árbol reciba el mimo que necesita. Basta recorrer la finca para entender su capacidad técnica y cuánto disfruta de su trabajo.
Juan de Dios, ingeniero industrial y con espíritu comercial, es quien gestiona la parte administrativa y comercial.
Ambos han decidido dar un paso más: embotellar la esencia de estas tierras en forma de aceite bajo el nombre Terra Sigillata.
Un proyecto que no nace en una oficina, sino en el recuerdo de sus abuelos y en la inquietud por enseñarle al mundo que esta tierra rojiza, con la que los íberos y luego los romanos hacían cerámica de lujo, encierra un tesoro que merece ser compartido.
Nuestra historia está escrita entre olivos centenarios y manos curtidas por el esfuerzo. Más de 75 años cuidando un olivar tradicional en Andújar, en una tierra donde la naturaleza y la historia se entrelazan en cada surco rojo.
Terra Sigillata es, ante todo, un acto de respeto. Respeto a lo que somos y a lo que queremos dejar como legado, que no es otro que unos valores sencillos y firmes: respeto, honestidad, trabajo constante y amor por la tierra. No queremos ser importantes, queremos ser útiles.
En estas mismas tierras, hace más de dos mil años, nacía la cerámica romana más codiciada del imperio y uno de los aceites más apreciados del Mediterráneo. Hoy queremos devolverle a este lugar ese reconocimiento: el de ser cuna de lo extraordinario.
Nuestro aceite no es solo alimento. Es experiencia, es recuerdo, es detener el tiempo en un instante.
Un aceite para compartir, para regalar, para sentir la raíz de nuestra tierra.
Nuestros pilares son claros: