La Finca

Sostenibilidad en cada surco

Nuestra finca colinda con un entorno protegido, y eso marca nuestra forma de trabajar: con un respeto casi obsesivo por la biodiversidad y los ciclos naturales.

Aquí, en un olivar tradicional, no perseguimos producir más, sino cuidar mejor. Preferimos el equilibrio al exceso, porque sabemos que la vida silvestre —abundante y maravillosa— necesita espacio y armonía para prosperar.

Cada aceituna nace en ese mismo equilibrio. Un bosque bien gestionado no solo nutre al fruto del olivo, sino que también a una biodiversidad de valor incalculable. Trabajaremos para que continue siendo así.

El entorno natural

Un santuario
a nuestros pies

Nuestra finca se abre al Parque Natural Sierra de Andújar, 74.000 hectáreas del último gran bosque mediterráneo. Un lugar donde encinas, alcornoques y quejigos forman un paisaje majestuoso, habitado por especies únicas.

Aquí conviven el lince ibérico, tejón, hurón, el águila imperial, el buitre negro, la nutria… y también ciervos y jabalíes que llenan de vida cada rincón. Más del 48 % de las aves de España encuentran refugio en este parque.

Vivir y trabajar junto a un entorno así es un privilegio y una responsabilidad. Cada día nos recuerda que nuestro aceite no nace en un simple olivar, sino en un santuario natural irrepetible.

El entorno histórico

Arqueología viva:
raíces romanas

A pocos kilómetros de nuestra finca, en la pedanía de Los Villares, laten las huellas de Isturgi, una ciudad romana que fue centro de producción de cerámica de lujo: la Terra Sigillata.

Los restos arqueológicos —hornos, pavimentos, fragmentos de cerámica— nos conectan directamente con un oficio milenario. No es solo historia: es un vínculo tangible entre lo que fueron nuestros antepasados y lo que hacemos hoy.

Cada botella de Terra Sigillata encierra ese doble legado: la fuerza de una naturaleza intacta y la huella de una tradición ancestral que sigue viva en estas tierras.